Estamos en pretemporada y el contexto es el siguiente: Van Gaal es despedido porque al tedioso juego de su equipo se le suma una serie de resultados nefastos, alguno de ellos incluso sonrojante para el aficionado, como el 1-3 global cosechado en la eliminatoria de octavos de la pasada Europa League contra su más acérrimo e histórico rival, el Liverpool, comandado en el banquillo por Klopp y en el césped por Coutinho. Y es que la consecución de la FA Cup no supuso un bálsamo suficiente para una temporada en la que sus opciones de aspirar a puestos de Champions se esfumaron demasiado pronto. Borrón y cuenta nueva. Llega Mourinho, desahuciado por firmar el curso más paupérrimo de la historia reciente del Chelsea, y toma las riendas de un proyecto cargado de ilusión y dinero. Mkhitaryan, Bailly, Pogba e Ibrahimovic son las caras nuevas de una plantilla henchida de talento desde antes de la llegada del luso, así que solo tocaba ponerse manos a la obra. El primer escollo era la Community Shield, conseguida brillantemente tras someter al campeón de la Premier, que, si bien no contaba con un pilar como Kanté, seguía teniendo a los dos jugadores revelación del pasado torneo. El hiperlíder de Setúbal ya tenía otro trofeo en su impresionante vitrina, la cosa prometía.
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A pesar de haber cosechado solo tres derrotas (Chelsea, Manchester City y Watford), son los empates los que están lastrando la temporada liguera de los red devils, llegando a sumar hasta nueve contra equipos de mucho menor calibre como Burnley, Stoke o Hull City. A ello se le suma una muy mala suerte con las lesiones, siendo el último el armenio Mkhitaryan en la vuelta de la eliminatoria europea contra el Saint–Étienne, ya resuelta en la ida con hat-trick de Ibra. Además, la zaga sigue sin contar con un referente de nivel, Martial no rinde al nivel esperado y el centro del campo se muestra, por momentos, demasiado inconexo y frágil. Pero no todo son malas noticias, Mou puede estar bastante satisfecho del buen curso a nivel goleador del sueco (24 goles en 37 partidos, algunos de ellos vitales); de tener una línea de tres cuartos cargada de talento y en la que tan solo Depay ha supuesto una decepción tal como para hacerlo partir a Francia por la mitad de lo que costó; el nuevo rol, más trabajador, de un Pogba todocampista; o de haber llegado ya a la final de la EFL Cup, que disputará este domingo contra el Southampton de Claude Puel.
Todo parece indicar que este Manchester United no aspira a grandes triunfos este año, y es que aunque se consiguiera hacer con el trébol copero seguiría muy lejos de las grandes tardes en las que el club más laureado de Inglaterra se jugaba el prestigio en eliminatorias de la máxima competición europea o en los partidos de Premier que eran clave para la consecución del título. Rehacerse nunca es sencillo, requiere tiempo, autoevaluación y predisposición a mejorar, máxime cuando debes volver a encontrar el rumbo tras la marcha del que ha sido tu técnico durante más de veinticinco años, y es que el fútbol de Mourinho no será, estéticamente, un producto que guste a todos, pero de eficacia va más que sobrado. Esta temporada puede ser un preludio de que algo muy grande puede ocurrir en Old Trafford. Sueños más grandes se han hecho realidad en este teatro.
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