El peor Arsenal de la ‘era Wenger’

Existen dos certezas absolutas que, a lo largo de nuestras vidas, acabaremos comprobando: la primera es evidente, y es que todos vamos a morir algún día. Sí, amigos, todos acabaremos en el hoyo irremediable e irremisiblemente. Si bien la segunda certeza no es tan macabra, parece algo de igual modo ineludible: el Arsenal no competirá por nada. Y es que, como si de un ciclo lunar se tratase, las temporadas del club londinense se suceden siempre de la misma manera: ilusión, buen juego y resultados entre agosto y noviembre; algún tropiezo entre diciembre y enero; debacle desde febrero hasta abril; y, por fin, cuando no hay nada en liza salvo el acceso a Champions, una recomposición hasta fin de temporada. El sol saliendo por el Este y poniéndose por el Oeste.

Este año la película ha ido a peor en todas las facetas, y es que encontramos un conjunto con flaquezas en todas sus líneas, algo imperdonable para cualquiera que pretenda tener aspiraciones de gran calibre. Si bien la portería está bien protegida por Cech, el drama comienza en la zaga, donde una baja circunstancial de Koscielny supone jugar con centrales lentos, pesados, sin jerarquía y mal coordinados, amén de unos laterales con buen criterio ofensivo pero deficientes en el apartado defensivo. El centro del campo supone para el Arsenal el mayor de sus problemas, algo paradójico cuando posees a Ramsey, Xhaka, Cazorla u Özil. La temporada de Santi Cazorla, canalizador del juego posicional gunner, se ha visto excesivamente lastrada por lesiones de larga duración, pero nadie ha tomado las riendas para hacer su baja menos notoria. Ya en la zona de atacantes hay una (leve) mejoría respecto al resto del equipo gracias a la impagable aportación de Alexis Sánchez y a la explosión definitiva de Theo Walcott, factores que, aunque importantes, han resultado insuficientes incluso contra contrincantes de un perfil más bajo. El balance del Arsenal contra el resto de equipos que conforman el top-6 es de 6 puntos de 24 posibles (1V-3E-4D) a falta de medirse a Tottenham y  Manchester United.

En Europa las cosas no han ido mucho mejor, pues el Bayern se encargó de solventar la eliminatoria ya en la ida (5-1) y, para más inri, repitió resultado en el Emirates (1-5) firmando así una de las mayores goleadas globales que se recuerdan en fases eliminatorias de la máxima competición continental. Siendo realistas, es cierto que el Arsenal no puede competir contra uno de los tres máximos aspirantes a levantar el trofeo cada año, pero resulta inadmisible para cualquier club de cierto prestigio encajar diez goles en dos partidos. Sumado todo ello a caer contra Southampton en Capital One Cup y Chelsea en FA Cup, la temporada es el mayor fracaso de la era Wenger sin ningún tipo de discusión.

Si bien el técnico alsaciano no es el único responsable de una década nefasta para los del norte de Londres, es el máximo culpable de la misma. Es él quien hace los fichajes, y los de esta temporada no han supuesto un plus de ningún modo, siendo especialmente flagrante el caso de Granit Xhaka, llamado por muchos a ser el relevo generacional de Xabi Alonso. Lucas Pérez apenas ha aportado una decena de goles, y Mustafi ha bajado el rendimiento de manera exponencial. Arsène Wenger fue un revolucionario hace tiempo, pero sus ideas se han quedado estancadas y ha pensado que lograr dos Community Shield, dos FA Cup y un subcampeonato de la Premier en los últimos diez años extendía su crédito, pero ya no hay excusa. Es hora de marcharse, y será un proceso tan duro como cuando Sir Alex Ferguson se retiró tras 26 años comandando al Manchester United. Habrán años de vagar por mitad de tabla, apenas luchando por la Europa League, pero ninguna revolución fue sencilla ni rápida. Costará, pero, algún día, volverán a tronar los cañones. Ahora o nunca.

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