Acabó el curso para el Sunderland de la manera esperada: dando con sus huesos en el crudo y amargo descenso a la categoría de Championship, con todo lo que ello. Tras varios años coqueteando con esta situación, este año no pudieron volver a dar la campanada y se marchan de la Premier League como farolillo rojo y habiendo consumado tal desgracia varias jornadas antes del último encuentro. Con solo seis victorias en el casillero, los black cats deberán luchar por retornar a la máxima división nacional, algo que no se antoja fácil dada la exigencia de la segunda división inglesa.
Siempre es complicado hablar sobre las expectativas cumplidas de un equipo que pierde la categoría, más aún si cabe si refrenda esa situación quedando último, y es que si bien el Sunderland era un candidato serio al descenso, nadie auguraba que no llegase ni tan siquiera a los 30 puntos. Tomemos como referencia numérica la temporada pasada: mientras que entonces lograron ganar 9 partidos y anotar hasta 48 goles, este año las victorias no han pasado de 6, habiendo anotado poco más de la mitad (26) de los tantos logrados el año pasado; y en cuanto a los goles encajados apenas hay una diferencia remarcable (69) respecto a la 2015-2016 (62), lo que lo convierte en el segundo equipo menos goleador (por detrás del Middlesbrough) y en el tercero más goleado, ocupando este podio de dudoso honor el Swansea (70) y el también descendido Hull City (80). Si el club ha bajado ha sido, entre otros factores, porque, literalmente, no han existido conjuntos peores que él. No ha funcionado la política de cesiones; N’Dong, por quien se pagaron 16 millones, suponiendo así el mayor desembolso veraniego del club, fue un fichaje ridículo en vista de su bagaje en el Lorient (2 goles en tres temporadas); y cualquier atisbo de juego defensivo, especialmente el aéreo, queda como asignatura pendiente para los chicos de David Moyes.

En cuanto a jugador clave, no cabe duda de que Jermain Defoe ha sido el hombre más determinante del equipo, sumando unos nada desdeñables 15 goles (los mismos que la temporada pasada) que suponen la friolera del 58% de los goles totales del club. Pero Jermain ya es un veterano y solo puede ayudar a sus compañeros en la faceta anotadora, no así en los aspectos defensivos, y tampoco fue nunca un jugador que se caracterizara por tener un juego asociativo de gran calidad ni una visión de juego que le permitiese retroceder hacia posiciones más conservadoras.
¿Qué le queda ahora al Sunderland? Competir con seriedad, sondear el mercado de manera exhaustiva, apostar por jóvenes de la casa y rezar para que el viejo Jermain se quede un año más y les ayude en la vuelta a la Premier. Con la salida ya confirmada de David Moyes, el Sunderland necesita enderezar el rumbo con un entrenador experimentado y que sepa cómo levantar un equipo que en los últimos años ha pegado un bajón enorme en su fútbol. Esa es la primera piedra que debe poner el Sunderland para volver a ser un equipo serio.
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