
En una época de extremismos en el juego, en la que rápidamente quedas etiquetado como ofensivo o conservador; amante del sistema de posesión o apasionado del binomio de robo y contra, José Mourinho, en su segundo año a los mandos del Manchester United, busca dar una vuelta de tuerca a sus ideas.
Innegociable era para el luso, desde su llegada al Real Madrid hasta hace poco más de un mes, el uso de un 4-2-3-1 muy marcado, siempre con jugadores del mismo perfil: centrales fuertes; laterales rápidos; un doble pivote con un hombre de un perfil creador (Alonso, Cesc) siempre acompañado de un elemento con tareas de destrucción (Khedira, Matic); dos medios casi pegados a la cal; el mediapunta tan cargado de talento como de desidia defensiva; y, por supuesto, un delantero centro a convenir según necesidades. Un sistema perfectamente hilado para minimizar sus carencias, maximizar sus virtudes y castigar con vara de hierro cada error mínimo que pudiese cometer el rival. En estos tres primeros partidos de la temporada hemos podido atisbar que Mou sigue teniendo realmente claro que el plan a seguir debe ser este, y si bien la moneda no le salió cara ante el supercampeón de Europa, sí que sacó réditos a sus viejas ideas, pero, ¿ha sido vivir de las rentas lo único que ha llevado al portugués a comenzar la Premier como un tiro? En parte.
Decimos «en parte» porque para ello ha buscado, y quién sabe si necesitado, trastocar el sistema que le llevó en más ocasiones al éxito: en este nuevo United no usa el doble pivote, labor que ha delegado Matic, un hombre de su máxima confianza, para dar cabida a dos interiores de corte creativo, siendo Paul Pogba casi innegociable por razones que van a caballo entre el talento, la proyección y el precio, y alternando la otra plaza entre los españoles Mata y Herrera, de modo que pierde en seguridad atrás pero gana, y con creces, calidad a la hora de saber qué camino es el más adecuado para dirigir el cauce del juego. Lukaku, por su parte, además de aportar goles tiene una capacidad impagable como es facilitar en gran medida la labor de Mkhitaryan y, presumiblemente, Martial, que pueden buscar atraer por dentro del mismo modo que estirar al equipo, aunque para ello haya tenido que renunciar, sobre el papel, al mediapunta, generando así una especie de 4-5-1 que permite acumular hombres por dentro y dar facilidad de recorrido a Valencia y Darmián. Del mismo modo puede pasar a jugar con tres centrales para dar cabida a Rashford como acompañante del punta belga, posición en la que ya destacó con creces cuando el referente era Ibrahimovic.

Una mención aparte merece la tarea, que no por oscura y tosca deja de ser casi esencial, de un hombre fetiche como es Fellaini. El espigado belga siempre tiene una misión muy sencilla para su envergadura pero de enorme utilidad: ser una segunda referencia además del punta en días en los que, bien por superioridad del rival, bien porque las condiciones del campo o el clima no sean las idóneas, resulte imposible jugar con fluidez. Un recurso sumamente sencillo de ejecutar y que da una explicación completamente lógica a por qué un tipo de su dudosa calidad tiene cabida en un equipo (incluso en un once titular) cargado de talento y movilidad.

Es cierto que perdió contra un equipo de calibre similar. Es cierto que sus rivales en liga no han sido duros. Es también cierto que, aunque aún no se han traducido en goles en contra, sus defensas siguen cometiendo errores relativamente graves; pero no podemos negar de ningún modo que Mourinho busca reinventarse, subsanar errores y tapar los incorregibles. Le sobra plantilla y le espera un asalto al campeonato. Por ahora lidera la tabla y, a buen seguro, perderá pocos puntos. Ha encontrado en la versatilidad una virtud que, aunque la demostró en clubes anteriores, ha pasado de ser un recurso a un nuevo método.
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