Anfield no parece el lugar idóneo donde recuperar sensaciones, y menos si enfrente te encuentras a un Liverpool que contra los débiles muestra todas sus carencias, pero que contra los poderosos (que no le obligan a llevar la iniciativa), se crecen al compás del gegenpressing de Jürgen Klopp.
El Arsenal comenzó la temporada conquistando la FA Community Shield tras superar a sus vecinos ciudadanos del Chelsea en Wembley en la tanda de penaltis y ganando en la jornada inaugural de la Premier League de forma épica contra el Leicester City. Remontando a partir del minuto 80 (perdían 2-3) con un Olivier Giroud que se puso el traje de héroe marcando en el minuto 85. Pero fue pisar Stoke-on-Trent y volvió a sobrevolar la pesadilla del Wenger Out, en 90 minutos de impotencia, sentenciados por el debutante Jesé Rodríguez. Reluciendo los traumas gunners que producen la supuesta irregularidad y apatía de Mesut Özil, una defensa claramente desestructurada y la gran dependencia que sienten hacia la figura de Alexis Sánchez.
Por su parte, el Liverpool ha centrando sus esfuerzos en estas primeras semanas en superar la fase previa de la UEFA Champions League contra el Hoffenheim. Misión que se ha conseguido de forma soberbia y sin pasar apuros. Evidenciado en el global de la eliminatoria, con ese rotundo 6-3 (1-2 en el Rhein-Neckar Arena con Alexander-Arnold como protagonista y 4-2 a orillas del Merseyside, finiquitando el envite con un 3-0 en apenas 20 minutos). En contexto Premier no se ha brillado y se perdieron dos puntos en los minutos finales en el encuentro disputado en Vicarage Road con ese tanto in extremis del charrúa Miguel Ángel Britos (en el 93) finalizando con un doloroso 3-3. En su feudo tras las rotaciones realizadas por el técnico teutón, se sufrió más de la cuenta para derrotar por la mínima al Crystal Palace, siendo posiblemente uno de los peores conjuntos actuales de la competición, teniendo que encomendarse por completo al poderío ofensivo que relucen cada día las botas de Sadio Mané.
Lo que une ambas aficiones es el deseo de tachar el último día de agosto en el calendario y comenzar septiembre. Esto se explica por la necesidad de que finalice este mercado estival y conservar a dos hombres capitales. Para el Liverpool es de vital importancia mantener alejado a Philippe Coutinho de los cantos que llegan de Barcelona y el Arsenal debe evitar reforzar a un rival directo como el Manchester City con el supuesto refuerzo de Alexis Sánchez, asumiendo el peligro que supondría la marcha del tocopillano gratis a la siguiente campaña al finalizar su contrato. Los dos jugadores franquicias están adolecidos de sendas “lesiones” (no pensemos mal), sin debutar, tensando al máximo la cuerda y volviendo al verde cuando no quede más remedio.
Así, con la más que probable baja de Coutinho, el cuadro Scouser dispone de un centro del campo muy plano, con apenas creatividad. Quizás el alemán Emre Can sea el único en sorprender al derrochar más calidad que sus compañeros, pero sin la imprevisibilidad que te otorga el brasileño con sus regates y dinamismo. Arsène Wenger deberá demostrar que la derrota contra los Potters fue un mero accidente y que no se acreciente la desilusión en su parroquia. Como prioridad el alsaciano debe reordenar su defensa y ultimar la puesta a punto de Alexis Sánchez, para así perfeccionar la fórmula de otorgar ocasiones para un Alexandre Lacazette que parece un fichaje adecuado pero que su función se debe limitar a la de hombre gol.
Parece palpable la sensación de ruleta rusa que se puede vivir en el templo red. De los últimos 8 encuentros entre ellos, en 7 ocasiones se han visto 3 o más goles (la temporada pasada el Liverpool se llevó un partido loco por 3-4 en el Emirates y volvió a repetir hazaña por 3-1 en casa). Las casas de apuestas, siempre atentas, han marcado las líneas de goles en 3.0 (de marcar tres goles se anularía la apuesta), por lo que también parecen estar preparadas para un partido al ritmo frenético del Rock’n’Roll de Klopp.
Desconexiones defensivas en ambos combinados, individualidades capitales y olfato goleador de varios atacantes, son el atractivo para propiciar una noche placentera para el aficionado neutro, pero con los hinchas más fanáticos que padezcan del corazón alejados del estadio y los televisores o con un desfibrilador a mano.
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