Comenzó el Liverpool la temporada tras una revolución en su línea de mediapuntas, y es que, ante lo que parecía un adiós de parte de Philippe Coutinho, Klopp decidió la temporada pasada que su línea más talentosa no podía quedarse sin recambios de nivel ante tal situación, así que decidió pescar el pasado verano en Southampton a un Sadio Mané que venía de firmar dos más que correctas temporadas en el sur de Inglaterra; y metió mano este verano en la Roma para traerse al talentoso Mohamed Salah, que acumuló en 65 partidos de la Serie A hasta 50 goles generados en forma de 29 dianas propias y 21 asistencias. Si la apuesta con el bueno de Sadio está teniendo un saldo positivo, el egipcio ha reventado todos los pronósticos colocándose, tras el primer tercio de campeonato, como máximo goleador por delante de especialistas de la talla de Kane, Morata, Lacazette o Agüero, lo cual es sumamente paradójico porque nunca se caracterizó por ser un anotador prolífico.
Pero no solo aporta goles y alguna que otra asistencia, sino que también suma todo un arsenal de recursos técnicos y tácticos que evocan el aroma del Borussia bicampeón que asombró a Europa a pesar de quedarse a las puertas de su segunda Copa de Europa: es eléctrico en el regate, vertiginoso a campo abierto, dinámico en sus movimientos con balón y extremadamente inteligente sin él. Sin ser siquiera el mejor jugador del Liverpool, Mohamed Salah se ha echado el equipo a las espaldas para lograr puntuar en encuentros complicados gracias a paliar su mayor virtud, una endiablada velocidad, en las etapas del juego posicional, probablemente a causa de una mayor madurez, lo que le ha llevado a aumentar el ratio de decisiones acertadas donde antes se enumeraban errores. Por el camino ha conseguido escribir su nombre en letras oro tras llevar a Egipto a la cita mundial tras casi 30 años de ausencia a pesar de ser la selección más laureada a nivel continental.
A dos años de la supuesta plenitud de un futbolista, Mohamed Salah ha dado un salto de calidad y temple, en parte debido a jugar en un campeonato más exigente a nivel doméstico, lo que se puede traducir en la conversión a uno de los mejores jugadores de su generación. Es muy probable que Egipto no vaya a ganar el Mundial, pero el buen papel que puedan ejercer Los Faraones vendrá en buena medida determinado por el momento de forma en el que el 11 red llegue a la cita. Mientras tanto, de mantener esta cadencia goleadora, el Liverpool se asegurará, como mínimo, su presencia en la próxima Liga de Campeones, siempre y cuando su línea defensiva lo permita…
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