El Valencia sabía que se enfrentaba ante su mayor reto futbolísitco de la temporada. Afrontaban, en Mestalla, una eliminatoria comolicada con una desventaja de tres tantos y todo ante uno de los equipo más goleadores e impresvisibles, ofensivamente hablando, de Europa. No solo eso, todo ello iba a transcurrir con una inumerable lista de bajas, entre los que se encontraban sus máximos exponentes defensivos. Ausencias que en las últimas jornadas habían debilitado futbolística y moralmente a los de Celades en Liga, y a la postre fueron determinantes en el desenlace de la eliminatoria.
Gasperini no varió un apice su planteamiento respecto a la ida. Los primeros minutos sirvieron para determinar el derrotero por el que se iba a desarrollar el encuentro. Un Valencia dubitativo en defensa y sin ideas en ataque, cedió el dominio en las área que finalmente potencio la victoria de los italianos.
La Atalanta volvió a brillar desde la pizarra de Gasperini.
Defensivamente, aun siendo un equipo que sufre en el área, la Atalanta controló y supo disminuir el rango de acierto de los españoles desde la base de la juegada. Lo consiguieron a través de una presión idividual, facilitado por la mutabilidad de su sistema atacaban al poseedor y a los rececptores de balón. Parejo disminuyó su interacción sobre el juego, Rodrigo se alejaba del área para desahogar y los de Celades no encontraban ni fluidez ni sorpresa. El Valencia se desactivo colectivamente y sus ataques se limitaban a acciones individuales o centros laterales, con Gayá como único y más efectivo elemento de ruptura.
La clave finalemente sería Ilicic y el emparejamiento individual constante contra Diakhaby. El sistema potenciaba constantemente estas situaciones en ataque en las que el eslovaco que se valía de su gran capacidad de desborde, a través del regate corto, y de su disparo, gracias a su gran definición, fabricaba o desencadenaba un constante peligro, avalado por la incapacidad del central francés a la hora de mantener rigor y paciencia en el marcaje. Estas situaciones terminaron por denostar a un Valencia que fue desdibujado sobre el terreno de juego, perdio su mayor tesoro que es el dominio de ambas áreas y entró en una dinámica de intercambios constantes que benefició a los italianos.
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