Tras su gran temporada en la Real Sociedad, entendida como la de su explosión en la élite, la llegada de Martin Odegaard al Real Madrid fue inminente. Coincidiendo con un equipo lleno de más incógnitas que certezas, se esperaba el fin del carrusel de cesiones que le tenía como protagonista. Pues nada más lejos de la realidad. Su vuelta al club blanco fue prometedora en principio, incluso Zidane apostó por él. Le intentó acomodar en su sistema, el 4-3-3, introduciendo la figura del enganche. Las titularidades se sucedían, pero los resultados y la tendencia negativa del club, así como varias lesiones musculares, le privaron de la continuidad que necesitaba. Zidane entendió entonces que las necesidades competitivas del Real Madrid pasaban por otros nombres y el ciclo se vuelve a repetir, pero esta vez en el Arsenal.
El cambio táctico de Arteta es clave para su llegada.
Mikel Arteta decidió no perder la oportunidad y hacerse con sus servicios. Precisamente, esta tendencia nómada que el noruego lleva poniendo en práctica desde los 16 años, le ha ayudado en su expansión como jugador. Su madurez, su capacidad de adaptación, así como su evolución clara en el apartado técnico/táctico, creando a un jugador que desde el balón es totalmente diferencial.
La noche aciaga ante el Manchester City en Carabao Cup, fue el punto de inflexión táctico del equipo. La inestabilidad de los resultados y la mala dinámica futbolística, trajo consigo el cambio de sistema. La acumulación de jugadores en zonas de primer escalón de salida, restaba gran cantidad de dominio ofensivo al equipo y generaba un ‘efecto embotellamiento’. Con el objetivo de que el bloque desplegara ese juego de intercambios muchos metros más adelante y conseguir conectar, nació el 4-2-3-1. De esta manera se introdujo en el equipo la figura del enganche. Martin Odegaard, por supuesto, cumple con todos los requisitos que la posición requiere de él.
Capacidades para ser clave en la organización y en la finalización.
El noruego, es un futbolista que dentro de su polivalencia tiene una cierta tendencia a activarse en la zona de ¾. Entre sus principales cualidades encontramos, el criterio y la capacidad para gestionar y crear jugadas de peligro. Sus aptitudes técnicas naturales le definen como un jugador capacitado para girarse entre líneas, enfrentarse a duelos individuales y reaccionar de forma resolutiva en pocos metros. Además, sus años en la Real Sociedad, donde partía desde una posición más atrasada y con mayor responsabilidad con balón (Interior zurdo), le han beneficiado tanto en la toma de decisiones (acelerar o ralentizar el juego), como en el desarrollo de su inteligencia espacial a la hora de conectar con el compañero. Entendemos entonces que aúna las cualidades técnicas, la electricidad necesaria para la posición, y el criterio que Arteta necesita para ‘ordenar el desorden’ que este quiere generar en ataque.
Algo importante que necesita la medular del Arsenal es un cierto desahogo a la hora de generar rupturas de líneas o vías de escape de las presiones rivales. Thomas es un jugador que Arteta no dota de total libertad, no es el llegador que vimos en la etapa final del Atlético de Madrid, Xhaka no es lo suficientemente dinámico, genera más con pases desde lo posicional, y la descompensación posicional de alturas de ambos es un problema defensivo grave en este equipo a la hora de transitar. La figura de Martin Odegaard es clave en esta oxigenación ejerciendo labores de ‘bisagra’ entre las alturas del centro del campo y la delantera. Como antes hablábamos, es un jugador con capacidad para recibir y resolver cualquier reto a diferentes alturas del campo, lo que le hace un filón a la hora de avanzar metros con seguridad. Acompañado de su capacidad de conducción y técnica individual, le asoma una potencia física y un dinamismo muy positivo para la Premier.
No solo su rendimiento es eficiente en lo grupal, también es un jugador decisivo a la hora de generar números. El Arsenal necesitaba llenar el vacío ofensivo que coprotagonizaban Aubameyang y Lacazette cada temporada, hacía falta un percutor. Odegaard es un acompañante perfecto a la hora de repartir responsabilidades ofensivas y ser decisivo en el tramo de finalización. Domina el arte de la asistencia, el llamado ‘key pass’, teniendo la facilidad de dividir y atraer contrarios con el balón en los pies y lanzar activando a los delanteros. Algo que casa perfectamente con la tendencia dinámica de movimientos interiores y rupturas que generan el dúo antes nombrado. Si hablamos de definición, no podemos dejar atrás su golpeo de balón. Como buen zurdo natural, muestra un golpeo estéticamente trabajado y por lo tanto preciso. Aunque no haya cosechado históricamente un volumen alto de goles, en un rol que le permite llegar con sorpresa a área, o inmediaciones, esta se convierte en una faceta a tener en cuenta.
El único punto negativo es Smith-Rowe.
En todas las historias de tres siempre queda un perjudicado, y este sin duda alguna es el joven enganche inglés. Smith-Rowe, joven canterano del club, ha sido el principal precursor de este cambio táctico y el gran descubrimiento de este año. Es un perfil técnico muy similar a otros grandes talentos emergentes ingleses (Foden, Madison…), pero canalizado a partir de dinamismo, una seguridad con balón única y mucha inteligencia que brotan de cada movimiento y pase. Este es el punto más negativo de la llegada del noruego. Sí, Martin Odegaard es un jugador de mayor nivel y jerarquía en la actualidad, pero Emilie cumple con todos los requisitos necesarios para brillar en la posición. Mikel Arteta pues, intentará intercalar sus figuras en el once, pero sin duda el español ha opacado su talento con este movimiento de mercado.
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