
Nada como las sorpresas. El Bristol City dio el golpe sobre la mesa y noqueó al Manchester United para sorpresa de propios y extraños. De una u otra forma, lo cierto acaba siendo que los nombres no son garantía en el juego contemporáneo. Los campeones lo comprobaron anoche con un balde de agua fría al minuto noventa y tres.
Este United, excesivamente dependiente de los destellos individuales de Pogba, Lukaku y Martial, más la salvación que da Matić en el círculo central, han rescatado muchos momentos dubitativos en el campo. Pero no pueden solos. Ayer, con una férrea presión, orden defensivo y un corazón enorme, el Bristol le pegó al gigante, que está dolido y no puede encontrar una plataforma táctica que permita contrarrestar los contragolpes y atacar de manera más eficiente.
Se vienen días complicados. El United de Mourinho debe afianzar el paso si no desea despedirse de la FA Cup ni dejar caer el ritmo en una liga que, al menos ahora, se ha devorado el vecino del Etihad. Todos han de embonar, y deben hacerlo ya. El recordatorio lo hicieron los dirigidos por Lee Johnson. Alguien más podría hacerlo pronto.
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